ARIES - CARÁCTER

¡El Fuego de Aries: La Chispa del Zodiaco!
Imagina un amanecer radiante, cuando el primer rayo de sol atraviesa la oscuridad con una fuerza imparable. Así nace Aries, el primer signo del zodiaco, el bebé estelar que irrumpe en el cosmos con un grito de vida, consciente solo de sí mismo, de su existencia vibrante y de su deseo de ser. ¡Es puro fuego, un torbellino de energía que no se detiene ante nada ni nadie!
Aries es ese amigo que entra a una habitación y, sin proponérselo, ilumina todo con una sonrisa contagiosa. Son cálidos, generosos, de movimientos rápidos, como si el mundo girara demasiado lento para ellos. Siempre tienen prisa, como si estuvieran persiguiendo un sueño que solo ellos ven. Con sus hombros anchos y el cuerpo inclinado hacia adelante, parecen estar listos para lanzarse al próximo desafío. Y si los miras de cerca, notarás un detalle: un lunar en la cara, una cicatriz que cuenta una historia o ese cabello rojizo que parece arder bajo el sol.
Este signo, regido por Marte, el guerrero del zodiaco, no conoce la sutileza. Son directos, atrevidos, y van al grano sin rodeos. No esperes de ellos tacto o paciencia; si quieren algo, lo dicen, y si algo los molesta, ¡prepárate! Responden con la misma intensidad a un policía que a un ladrón, porque para Aries, la justicia es personal. Son defensores de los débiles, luchadores incansables contra las injusticias, y no se avergüenzan de alzar la voz, aunque a veces su ímpetu los haga parecer un niño chillón frente a alguien mayor.
Pero no te equivoques: Aries no es desvalido. Son decididos, con un espíritu de empresa que los impulsa a tomar la iniciativa sin dudar. Sin embargo, como bebés del zodiaco, tienen esa vulnerabilidad que los hace humanos. Pueden ser impulsivos, radicales, y su carácter es, digamos, ¡explosivo! Pero nunca crueles. Si los hieres, el dolor les cala hondo, y aunque se recuperen —porque nada los aplasta, ni siquiera el fracaso—, esas heridas profundas tardan en sanar. Lloran hacia adentro, escondiendo su decepción bajo una armadura de valentía. Si ves a un Aries llorando sin recato, créeme, el dolor le ha llegado al alma.
Son malos mentirosos, y no porque no lo intenten, sino porque su naturaleza es ser extremadamente sinceros. Prefieren la verdad, aunque duela, y hablan mucho, con una honestidad que desarma. Confían ciegamente en sus amigos, miran directo a los ojos y, si se distraen nerviosamente, es porque algo los sacó de su órbita. Odian los retrasos, las excusas y todo lo que frene su marcha. Y aunque a veces su falta de humildad o su impaciencia los meta en líos, su corazón generoso siempre los lleva a pedir disculpas, incluso a su peor enemigo.
Físicamente, no pasan desapercibidos. Su energía los hace propensos a dolores de cabeza o pequeñas quemaduras —¡es lo que pasa cuando vives a mil por hora!—. Pero si un Aries está en cama, créeme, está realmente enfermo. No son de los que se rinden fácilmente.
Aries es la chispa que enciende el zodiaco, el guerrero que no teme ser quien es. Son el comienzo, el nacimiento, la fuerza bruta de la vida misma. Así que, si conoces a un Aries, prepárate para una aventura: con ellos, nunca hay un momento aburrido. ¡Son el fuego que no se apaga, el latido que no se detiene!
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